En este número de Bitácora, la arquitectura de paisaje –tema que, junto con la arquitectura, el urbanismo y el diseño industrial constituyen nuestros contenidos– por primera vez abarca un número entero; se trata de una reflexión necesaria después de treinta años de su inicio como carrera universitaria independiente en nuestro país. Las personas que aquí escriben fueron invitadas expresamente a la conmemoración.

Desde el punto de vista de otras disciplinas más autocentradas, pensar en arquitectura de paisaje nos permite salir de la concepción caduca del diseño como una relación objeto-sujeto, idealizada en una abstracción que no considera el lugar –en el amplio sentido del término– ni la colaboración indispensable con otras disciplinas. A diferencia de la arquitectura o la ingeniería civil, que en la mayoría de los casos y por sus características intrínsecas utilizan la tecnología y el pensamiento científico para abordar sus productos de forma aislada, la arquitectura de paisaje aplica ese mismo pensamiento y tecnología de forma integral a todo el entorno.

Diseñar el paisaje implica incidir con la precisión de un bisturí en el entorno, concebir regiones en lugar de ciudades o edificios; comunidades, en lugar de individuos. Sorprende el enfoque del arquitecto paisajista, quien a la vez está consciente de las grandes superficies de nuestro planeta en su interrelación con los cambios climáticos, y es capaz de distinguir las pequeñas especificidades biológicas y el importante trabajo de los insectos para la propagación de las especies vegetales y para nuestro bienestar en el planeta; desde una escala macro, como el paisaje de la Mixteca Alta, hasta una microtemporalidad como la flor de mayo, que sale una vez al año, por un par de días, de la negra roca del Pedregal.

Este número de Bitácora se diferencia de su publicación habitual en tanto que ha buscado reunir las voces de los arquitectos paisajistas formados en la unam y en otras instituciones universitarias del país y en el extanjero, quienes reflexionan a través de sus propias experiencias profesionales, académicas y de investigación. Sin duda, tenemos en nuestras manos un testimonio invaluable: tres décadas de actividad académica.

DOI: https://doi.org/10.22201/fa.14058901p.2015.31

Publicado: 2015-07-01

Editorial 31

Cristina López Uribe

2-3

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