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Las casas del Pedregal -objetos que están suspendidos en el tiempo y en el ideal mexicano- representan el lujo, el confort, de la alta sociedad de los años sesenta y setenta del siglo XX. La casa que se analiza ahora es obra de los arquitectos Fernando Barbará Zetina y Francisco Treviño, emplazada en la calle de Lava. En este análisis se hará énfasis en los detalles tecnológicos que la hacen destacar entre otras casas del mismo desarrollo urbano y en cómo ha tenido que ser adaptada con el paso del tiempo.
Las décadas de los sesenta y setenta en México son de un gran desarrollo industrial, posible, en parte, gracias a la tecnología empleada en la guerra (instalaciones itinerantes de fácil montaje y desmontaje), que en la posguerra se traslada a la construcción y a los hogares. La arquitectura re-tomaría elementos producidos por compañías que se adaptaron a los cambios económicos y sociales, impulsados por el mercado, aplicándolos a la construcción de casas, las cuales así fueron dotadas de los mejores sistemas tecnológicos.
El arquitecto Fernando Barbará Zetina, estudió en el IIT de Mies Van der Rohe1 y fue profesor de la materia de construcción y de las clases de Materiales y Edificación en la Escuela Nacional de Arquitectura (ENA) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Era conocido más por su obra impresa: Materiales y Procedimientos de Construcción, al cual los estudiantes llamaban “El Barbará”, como lo contó en alguna ocasión el arquitecto -"a partir de la audacia de haber hecho ese catálogo […] me transformé en ‘El Barbará’,2 de tal modo que hoy resulta que tengo nombre de libro‘‘. De acuerdo con su relato, la idea le vino después de un viaje: "en Holanda […] compré un catálogo de materiales para la construcción, el Bowcentrum, ejemplar que aún conservo, y pensé que aquí se podría hacer algo semejante.”3
Este interés en los materiales se puede apreciar en otras declaraciones del arquitecto, como la siguiente:
Hay que tratar a los materiales con respeto. Son ellos los que por medio de la arquitectura hacen una revelación del tiempo, de la historia. Por ejemplo, en la iglesia de la Sagrada Familia se usa una piedra que no tiene prisa, es intemporal, o en Ciudad Universitaria decidimos utilizar el mejor material que la técnica podía ofrecer y que requiriera poco o nulo mantenimiento; o en la actualidad, el concreto se identifica como la piedra contemporánea que guarda en sí la belleza de la sencillez.4
“El Barbará” fue publicado en 1955 con la colaboración de arquitectos e ingenieros (industriales técnicos) de gran oficio, lo cual se puede apreciar perfectamente en los textos del libro. Algunos de ellos fueron Pedro Ramírez Vázquez, entonces presidente de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos y del Colegio de Arquitectos; Alonso Mariscal y Enrique del Moral, director y exdirector de la ENA, respectivamente; los profesores de la ENA Ricardo de Robina, Vladimir Kaspé y Ramón Marcos; Ernesto Gómez Gallardo, director de la Escuela de Arquitectura del Instituto Tecnológico de Monterrey; Alberto T. Arai, Director del Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes; el arquitecto Félix Candela, y su propio hermano, el ingeniero Javier Barbará Zetina.
La casa de 550 m2, ubicada en Jardines del Pedregal, en la calle Lava, se construyó para el tercero de los hermanos, el ingeniero Jorge Barbará Zetina, empresario y dueño de la compañía Helvex, quien le solicitó el proyecto de su casa al arquitecto en 1969.
El proyecto se concibió como una estructura de dos volúmenes escalonados debido a la topografía del terreno, contenido en un predio rectangular de unos 2 000 m2. La estructura es una retícula de trabes de concreto armado ahogadas en la losa de 30 cm de espesor, sostenida en algunos puntos por muros de piedra, y en otros, por columnas de acero de sección circular de 15 cm de diámetro pintadas en color negro mate -actualmente forradas con espejos en el interior de la sala-comedor, con la intención de mantener la continuidad que ofrece la planta abierta.
Las instalaciones originales de la casa se consideraban de vanguardia. Contaba con un sistema de comunicación interior, a manos libres, que según nos cuenta su actual propietario era el que se usaba paralelamente en la Casa Blanca en Washington. El sistema hidráulico-sanitario de la mejor calidad, recuérdese que su propietario original fue el creador de la empresa Helvex- tiene una cisterna ubicada en la azotea que abastece los servicios de la casa; una toma externa se dispuso para el riego del jardín mediante válvulas. Otras implementaciones tecnológicas son: un sistema de iluminación exterior en el jardín; un sistema de calefacción con el que se podía dividir la casa en dos secciones (la privada y la pública) cortando el flujo con unas compuertas; un sistema de comunicación telefónica con dos extensiones, y un módulo desde el que se podía controlar la música en cada espacio de la casa, muy avanzado para su época.
Se accede por un portón de madera eléctrico corredizo adosado a un muro de piedra, tras el que se esconde un baño para uso exclusivo del personal de servicio. El acceso se abre al jardín frontal donde nos recibe un pino Moctezuma (ocote) de aproximadamente 10 m de altura en la fachada principal.
A la vista, en planta baja, se encuentran tres espacios. El primero de izquierda a derecha es un paso libre o puente que vincula el jardín frontal con el jardín posterior en segundo nivel, gracias al desnivel del terreno (actualmente este paso se encuentra cortado por un espacio acristalado); la sección central muestra la entrada al volumen acompañada de una columna de acero de sección cuadrada de aproximadamente 20 cm x 20 cm que remata con la puerta de acceso. Ésta nos dirige hacia unas escaleras que llevan a la planta alta. La sección derecha anteriormente era una terraza: una extensión descubierta con vista al jardín frontal que sería techada con el paso de los años para ampliar el espacio interior.
En la planta alta se encuentran el área de servicio, la cocina y el área pública: sala, comedor y biblioteca, distinguidas por celosías de madera, corredizas y abatibles, que separan los espacios. En esta planta se encuentra el área privada: recámaras y sanitarios; lo único que separa estas áreas es una circulación que da a un vestíbulo y a las escaleras.
En la parte trasera de la casa se encuentran las recámaras que dan al jardín mediante una terraza, cubierta por una pérgola reticular. El jardín posterior, de casi 900 m2, con una gran cueva de roca volcánica, se diseñó, como era común en la época, sin tomar en cuenta la vegetación endémica de la zona; por lo tanto, se cubrió la topografía volcánica natural con toneladas de tierra y pasto. Esto provoca en la actualidad un excesivo gasto en la manutención del jardín. A pesar de esto, es uno de los mejores lugares de la casa: su propietario nos cuenta cómo recién ocupada, notaron el sonido de la fauna que visita eventualmente el jardín trasero; esto hace que se sienta un ambiente diferente debido al gran tamaño de las áreas verdes.
El dueño original, Jorge Barbará Zetina, habitó la casa diez años para después venderla a sus actuales propietarios. Ellos comentan que, más que comprar una casa en el Pedregal, “compraron los detalles”, en referencia a las instalaciones sofisticadas de las que ya hablamos.
En cuanto a las alteraciones, la casa tuvo su mayor intervención en la fachada principal, donde se decidió, a gusto de los usuarios, ampliar la terraza en la planta baja, de modo que se cubrió una zona de unos 15 m2 alterando su frente original. Éste, junto con el acristalamiento del espacio que conduce al jardín posterior, son las ampliaciones más significativas. Las mejoras fueron diversas; por ejemplo, se hicieron ranuras en los pisos para que los contactos eléctricos estuvieran en el pie de las lámparas, y en las celosías de madera se escondieron unos barrotes de aluminio que sirvieran de tirantes debido a que, por su peso, se colgaban y no corrían por los rieles. El sistema de comunicación interior y hacia la calle, ya obsoleto, se cambió por teléfonos inalámbricos; la iluminación se busca cambiar por leds, y el sistema de calefacción se decidió dividir en dos máquinas para evitar el corte de flujos. Un aspecto que no agradó a los nuevos propietarios fueron los acabados interiores de mármol blanco, tan usual en aquella época, los cuales se han ido cubriendo con cuadros en los muros y con tapetes en los pisos para reducir su aparente frialdad.
Comentan sus actuales propietarios que hay planes para alterar la pérgola reticular en la parte trasera de la casa tapando los huecos que forman las trabes con paneles solares. A pesar de que ésta sería una mejora indudable a una casa que siempre ha tenido una tecnología doméstica de van-guardia, sería un error hacerlo en este preciso lugar, ya que es el componente mejor logrado de la casa, pues crea una transición de semisombra entre el espacio doméstico y el gran jardín posterior.
Fotografías: José Manuel Márquez Coro
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Author
Hugo Hernández Quezada