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Un día, durante el taller de crónica periodística que María Moreno coordinaba, Paula
Viturro aprovechó la oportunidad de mencionarle la idea que tenía Marlene Wayar, de
hacer un periódico por y para las travestis, algo que a grandes rasgos funcionara
no solo como un lugar de aprendizaje para ellas sino también como esa alternativa
de trabajo, un trabajo que no tuviera nada que ver con la prostitución. Bueno, solamente
desde lo que cada quien escribe, desde lo experiencial. Gracias a esta colaboración
que decidieron comenzar, tanto el Centro Cultural Rector Ricardo Rojas, del cual María
Moreno y Paula Viturro formaban parte, y la Asociación de Futuro Transgénerico que
coordinaba Marlene Wayar en aquel entonces, fue posible que hace 15 años se publicará
-dicen por ahí- el primer periódico travesti de Latinoamérica, el Teje.
La creación de el Teje tenía como uno de sus objetivos apartarlas del entorno peligroso que por mucho tiempo
ha sido la Zona Roja -lugar al que se le conoce porque es donde las trabajadoras sexuales
se concentran para ofrecer sus servicios- además de alejarlas de las drogas, las cuales
muchas veces eran obligadas a consumir cuando tenían un servicio sexual. Por ello,
el periódico se fue configurando como ese otro mundo posible y tangible para las travestis,
que su colaboración era pagada para poder solventar sus gastos de renta, comida, ropa,
entre otros. También era una forma de demostrar(se) que las travestis eran “capaces
de producir conocimiento y cualquier otra labor” (Equipo de redacción 2007).
Las colaboradoras se tomaron en serio el hecho de que el Teje fuera por y para travestis; aunque en un principio se pensaba hacer como un libro,
recordaron que el hábito de lectura de las travestis no era tan ávido, por lo cual
decidieron mejor hacerlo en formato periódico, pero más bien por la estructura y el
nombre de sus secciones se parece más a una revista. También decidieron que su distribución
sería totalmente gratuita, pues muchas travestis no tenían la posibilidad de adquirirla,
y la idea es que todxs tuvieran acceso a leer todos los ejemplares -en total son siete
números los que hoy en día componen el periódico de las travas-. Las travestis tuvieron
a bien nombrar el periódico como el Teje, como una forma de honrar la complicidad que existe entre las travas que ejercen
el trabajo sexual en la Zona Roja de Argentina.
El periódico el Teje se va configurando como un contradiscurso en sí mismo, desde el significado del nombre
se podría considerar algo fuera de la heteronorma, al ser esta palabra, Teje, una cómplice, este lenguaje secreto entre las travas que se dedicaban a la prostitución,
esta era una palabra cuya implicación era que solo ellas podían comunicarse, excluyendo
a la sociedad, una palabra tan disidente y disruptiva, porque seguramente ponía los
nervios de punta de quien la escuchaba y no entendía a qué se refería. Así también
la forma de escribir el título empezando con minúsculas -como posicionando una postura
en contra de las “reglas de la escritura”- y, por otro lado, haciendo un énfasis total
en la mayúscula «T» de travesti, trava, trans, etc. Sin hablar del tamaño de la revista,
siendo este más grande que el de las revistas convencionales, o de sus portadas tan
llamativas, no solo por lo que sus títulos prometían que se encontraría dentro de
el Teje sino también por lo coloridos que eran cada uno de sus números, como con un afán
de hacer más visible la vivencia trans, desde sus letras tan provocativas con cada
historia, anécdota, pensamiento o recomendación de la vida trans/travesti, que conforman
el periódico. Mismas que provienen de la pluma de Diana Sacayan, Lohana Berkins, Pedro
Lemebel, entre muchxs otrxs. E incluso nos encontramos con los maravillosos cómics
de Naty Menstrual, rodeados de un cinismo y de un sarcasmo que no puede pasar desapercibido.
El periódico también cuenta con su bonita sección de los fabulosos “chongos”1 de la semana, una sección que por supuesto no te encuentras en una revista tradicional
en el sentido más estricto de la palabra.
Pero el periódico no solamente coloca ese tipo de contradiscursos simbólicos, también
existen otros elementos que nos permiten visualizarlos al comparar todos los números.
Pues, si se pone la suficiente atención, en cada uno se puede percatar que tanto las
secciones como las personas que colaboraron pudieron ir y venir o nombrarse de una
manera distinta -parece que colocan ahí un discurso de que el género tiene que hacer
eso, ir y venir, fluir.
Pero el Teje no solamente se configuró como un espacio en donde se escribían historias y puntos
de vista respecto a ciertas cosas que sucedían en aquel momento en Argentina, sino
también como un espacio de resistencia trans/travesti, en donde se compartían algunos
tips para sobrellevar a la sociedad argentina, proponiendo una forma de crear un kit de supervivencia y también poder hacer comunidad entre las travestis, creando un
espacio como el de “Travesuras”, en el que se publican historias de las travas que
son parte también del público lector, esto como una forma de establecer un diálogo
o quizá como una forma de tomar en cuenta su experiencia de vida, dándole el valor
que se merece, así como una manera de sumar a la memoria colectiva de la comunidad
trans/travesti de Argentina. Pues sus historias pueden hacerles sentir identificadxs
y acompañadxs con las anécdotas que publican en el Teje, haciéndoles sentir que están menos solxs en este mundo, les hace decir: “¡Vaya!,
no soy la única persona que se siente así, no estoy locx, existe alguien más que vive
una experiencia similar.”
Con el Teje se va construyendo poco a poco un imaginario trans/travesti que no solo va impactando
en la sociedad argentina sino también en las travas, el objetivo es que el impacto
sea positivo. Sin embargo, esto quizá no se logre siempre. Pero, al menos, este imaginario
lo estaban construyendo las travestis y no lo estaba haciendo alguien más. Un imaginario
que nos reafirma que para las personas trans/travestis, es posible crear no solamente
espacios de mucho encuentro, acompañamiento, escucha y amor. También, que todas las
experiencias de vida que se concentran en el periódico, son conocimiento tanto para
las personas trans/travestis que lean el Teje como para las personas cis, al aportar a ambas ver el mundo de manera distinta y
a construirlo de manera diferente.
No obstante, el mercado de las inseguridades se ha infiltrado tanto en nuestro imaginario
trans/travesti como en nuestras vidas, esto podemos verlo reflejado en el artículo
que escribe Julia Amore: “CÓMO TRANSFORMARTE EN LO QUE SOS: Julia Amore viajó hasta
La Plata para seguir las pistas de un cirujano por su operación de reasignación de
sexo. Las dudas y disparates detrás de la decisión de readaptar su cuerpo.” Este mercado
de las inseguridades se introduce de tal manera que se ha abierto un gran catálogo
de cirugías que nos ayuden a “corregir” el cuerpo, a modificarlo desde el imaginario
de la corporalidad binaria, hombre y mujer cis. Y tal pareciera que las personas trans/travestis
debemos apegarnos para poder ser respetadxs y tomadxs en cuenta, pero eso no tiene
por qué ser así, pues el cómo yo me vea no tiene por qué cambiar la manera en la que
me trata alguien, ni en si soy lo suficiente femeninx o masculino según mi identidad
de género. La realidad es que ninguna persona trans/travesti le debe feminidad y/o
masculinidad a la sociedad solo para adecuarse al imaginario que esta misma tiene
de las personas trans/travestis y no incomodarla más. Sin embargo, con ello no quiero
afirmar que nadie tiene derecho a operarse y modificar su cuerpo como se sienta a
gusto, después de todo es el cómo nos hace sentir la sociedad con nosotrxs mismxs
y nuestros cuerpos, aunque bien puede haber ciertas excepciones. Sin embargo, el proceso
de modificar tu cuerpo no deja de ser tan cosificante, prejuiciosa y quizá hasta paternalista.
Respecto al tema se puede leer más en A la conquista del cuerpo equivocado de Miquel Missé.
el Teje también ha servido como una especie de retrovisor para retroceder y reflexionar sobre
lo que ya se ha hecho por la comunidad trans a lo largo de la historia, como la implementación
de leyes que aseguren la posibilidad de hacer el cambio de nombre y género en el acta
de nacimiento o en el DNI, aquel documento que te identifica en tu país; y con esto
asegurar, a su vez, el acceso a la educación, a los servicios de salud, entre otras
cosas que han ido brindando una mejor calidad de vida a las personas trans/travestis.
Por otro lado, también sirve para reflexionar acerca de todo lo que aún sigue faltando
hacer en la gran mayoría de países latinoamericanos, cuestión que probablemente sea
muy distinta en Argentina, pues posiblemente se le podría considerar como uno de los
países de Latinoamérica donde más se han promovido las políticas públicas que aseguren
los derechos de la comunidad LGBT+, pero sobre todo de la comunidad trans binaria
y no binaria. Aunque sigue habiendo vacíos, es tal vez el país que tiene menos problemas
en el tema, a comparación de otros países latinoamericanos. Sin embargo, lo ideal
sería que no existiera ningún problema porque el respeto de la sociedad no debe estar
ligado a una ley, este debería existir por sí solo, porque somos personas como cualquiera,
no somos monstruos. Porque aunque existan las leyes, la gente no deja de discriminarnos,
de relegarnos de los espacios a los que queremos entrar, también nos siguen asesinando
y desapareciendo, pues aunque ya hay leyes en algunos países que deben asegurar el
acceso a la justicia, no se han tenido grandes cambios al respecto. Aunque el contexto
de la revista es el de Argentina, ahora, con esta facilidad de leer el Teje en PDF, desde cualquier ciudad o país, se tiene esta apertura de pensarlo no solamente
desde Argentina sino desde México, Colombia, República Dominicana, Cuba o cualquier
país latinoamericano que quiera escuchar/leer las voces trans/travestis que se concentran
en la revista el Teje, con la finalidad de, quizá, hacer algo diferente en sus países para que las vidas
trans/travestis puedan vivirse con tranquilidad, sin temor y sin preocupación alguna.
Como todxs tendríamos que vivir, pero desgraciadamente eso ni las leyes nos lo puede
asegurar, por eso la necesidad de crear un kit de supervivencia -que no debería ser necesario, pero que, sin embargo, lo es, lo
es a través de las narrativas que vamos encontrando en el Teje.
Así, a través de el Teje se pretende hacer una especie de labor visibilizadora de nuestras narrativas, narrativas
más amorosas, y en donde la representación no caiga en humillaciones hacia nuestras
historias y nuestras vidas trans/travestis, en donde no tengamos que vernos e imaginarnos
a través de los cuerpos heteronormativos. Y visibilizar que existen otras narrativas
para nosotrxs, la comunidad trans/travesti, encarnadas desde nuestros cuerpos. Lo
que permite la revista el Teje es generar un canal de comunicación entre la comunidad trans/ travesti que ve en
otras narrativas la posibilidad de su existencia y les hace saberse acompañadx en
el mundo. Pero, sobre todo, de demostrar(se) -a ellas y a la sociedad- que las travestis
-como diría Marlene Wayar- son “capaces de producir conocimiento y cualquier otra
labor” (Méndez 2016, 144).
Es lamentable que sean tan escasas las fuentes que nos den información muy concreta
respecto a la historia que rodea la creación del periódico travesti. Hasta el momento
nadie sabe y quizá nunca se llegué a saber el porqué solamente se publicaron siete
números y ya no se siguieron publicando más. Sin embargo, parece que a alguien se
le ocurrió la gran idea de digitalizar todos los ejemplares para que en otros lugares
tuvieran la oportunidad de acercarse a sus realidades trans. Las travestis tal vez
sin quererlo, ni buscarlo fueron dejando un gran antecedente para la historia trans/travesti,
una historia de resistencia, la posibilidad de que un mundo o una sociedad más amorosa,
amable, y sobre todo respetuosa con las trans/travestis, pueda y deba existir.