Introducción
Sin lugar a dudas, transitamos una de las épocas más difíciles de la historia reciente;
la pandemia por Covid-19 ha generado efectos trágicos, como el deceso de millones
de personas, pero también ha hecho tambalear las estructuras sociales y económicas
del mundo entero. Muchos de los mecanismos cotidianos para subsistir en vinculación
con los demás se han dejado abruptamente de lado en pro de la salud pública, de tal
suerte que el trabajo en casa, el no saludar de mano, evitar los lugares concurridos,
entre otros, hoy son valiosas medidas de cuidado, impensables apenas hace un par de
años. El encuentro con los demás en el contexto de la pandemia se ha vuelto un factor
de inseguridad, sin embargo, no es el único, puesto que las violencias en México se
han caracterizado por una escalada contínua. Nos cuestionamos si esta crisis de salud
pública ha contribuido a agravar los temores respecto a los contactos con los demás,
temores ya consolidados en nuestros ámbitos violentos.
Sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad, las pandemias se han superado
de alguna manera u otra, y esta, dado los grandes avances médicos, no parece ser la
excepción; mientras tanto, vivimos una época caracterizada por una escalada de violencias
en la que no se vislumbra una señal de pronta solución. No se trata de poner de un
lado de la balanza factores de inseguridad provenientes de las enfermedades y del
otro los provenientes de las violencias, sino de señalar que la manera en que nos
vinculamos con otras personas y con el entorno incide en nuestro bienestar. Quizá,
si atendemos los mecanismos que propician el deterioro de nuestros vínculos, podamos
comprender sus efectos en la salud.
Una manera de visualizar la escalada de las violencias es a través de las cifras sobre
la delincuencia en nuestro país, las cuales señalan un aumento continuo con algunas
oscilaciones a la baja a finales del año 2020, así se observa en el Semáforo Delictivo (2021), herramienta de rendición de cuentas, evaluación y análisis, que permite entender
la delincuencia y la violencia en México. Los análisis estadísticos que muestra dicha
organización refieren a que México tiene una tasa de homicidios cinco veces superior
a la tasa mundial. Parece indudable que vivimos en un país que transita una de las
etapas más sangrientas en su historia después de la Revolución. Surge entonces la
pregunta: ¿cuál es el sentir de la mayoría de la población que no es víctima ni victimaria
y que no aparece en medios como líderes de opinión?, o, ¿cómo lo vive la población
que prácticamente no tiene voz sobre asuntos de seguridad nacional?
Uno de los grandes emprendimientos estatales para aproximarse a estas respuestas es
la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE),
desarrollada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) desde el
año 2010, aunque los antecedentes de esta iniciativa datan de varias décadas atrás.
Con este instrumento se pretende generar información con representatividad a nivel
nacional y estatal que permita realizar estimaciones de la incidencia delictiva, características
del delito, víctimas y contexto de la victimización (ENVIPE 2016).
Al respecto, uno de los grandes desafíos metodológicos que enfrentamos es cómo realizar
un estudio de percepción de un tema tan complejo como el de las violencias y cómo
lograr una interpretación útil de los datos cuantitativos. Una muestra de esta dificultad
es que, según el ENVIPE, en el año 2020 la media nacional de percepción de inseguridad
fue del 78% y en el estado de Querétaro se reportó un 48.9%, lo cual nos lleva a preguntarnos:
¿por qué en el 2020 existió una menor preocupación sobre la inseguridad pública en
Querétaro, si la tasa de incidencia delictiva se ha mantenido alrededor del 35% en
promedio en los últimos 5 años? Podemos afirmar que la delincuencia no es el único
factor para la construcción social de inseguridad, sino que hay otros aspectos influyentes
como los hechos publicados en los medios de comunicación.
En este artículo se analiza una correlación de indicadores como un aporte al estudio
sobre la construcción social de la inseguridad. Subyace una pregunta que motivó nuestra
reflexión de los aspectos epistemológicos: ¿cuál es la convergencia metodológica en
el estudio de las violencias, las delincuencias y la inseguridad? Este trabajo aborda
esta pregunta en lugar de responder, pues se trata de pensar junto con los lectores
algunas de las lógicas del malestar social característico de nuestra época: la inseguridad.
La posibilidad de profundizar en un caso concreto como Querétaro nos ha dado pautas
de análisis y algunos hallazgos que aquí se comparten.
En la primera sección, se realiza una reflexión sobre los conceptos de violencia,
delincuencia e inseguridad, toda vez que refieren a diferentes aspectos, roles e impactos
en el fenómeno de la inseguridad, así como algunas aproximaciones acerca de la prevención
delictiva como mecanismo para el orden social y cómo estas acciones pueden influir
en la percepción de inseguridad del ciudadano.
En la segunda sección, se realiza un análisis cuantitativo de los datos sobre percepción
de inseguridad en el estado de Querétaro en los últimos 5 años reportados en la Encuesta
Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE), identificando
los delitos que aparentemente preocupan más a la población, a efecto de observar la
evolución de estos datos respecto a los índices delictivos en ese mismo periodo de
tiempo, publicados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad
Pública del Gobierno de México.
Mediante un análisis hemerográfico de la prensa escrita de Querétaro, en la tercera
sección se presentan los resultados derivados de la revisión de la frecuencia de publicación
de noticias sobre delito en los diarios de mayor circulación, para identificar, en
ese mismo periodo (2015-2020), las noticias que pudieron influir en la percepción
de inseguridad en los habitantes de Querétaro.
Por último, en los apartados de discusión y conclusiones se reflexiona en torno a
los factores que impactan en la construcción social de la inseguridad, tales como
el delito en sí, lo que informan los diarios y lo que percibe el ciudadano.
Reflexiones sobre la predicción de la inseguridad
Para emprender el abordaje de las preguntas planteadas en la introducción, cabe destacar
que en el lenguaje coloquial los conceptos de violencia, delincuencia e inseguridad
se usan de manera prácticamente indistinta, sin embargo, los tres conceptos se refieren
a cuestiones heterogéneas. En este apartado se revisará brevemente cada uno de estos
conceptos, la forma de estudio y el interés en la predicción de cada uno de ellos.
En primer lugar, el concepto de delincuencia se refiere a cometer actos fuera de las
normas que una sociedad nombra y juzga las conductas antisociales. Para que exista
un delito es necesario que un(a) agresor(a) cometa un acto antisocial pre catalogado
como delito contra una víctima (persona, grupo o pertenencias), que el acto sea denunciado
y que, a través de un proceso penal, sea juzgado como tal. Posteriormente, los delitos
son castigados y se buscan formas para resarcir el daño a las víctimas.
De acuerdo con Polaino-Orts y Navarrete (2013), una acción penalmente relevante no es cualquier conducta humana sino únicamente
la acción atípica: aquella conducta del hombre que es descrita en cada tipo legal
de delito, de donde se establece que, si falta la tipicidad, la acción no puede llegar
nunca a ser delictiva. ¿Cuándo falta la tipicidad? En dos casos esenciales: cuando
en el comportamiento humano no exista algún elemento asociado con el delito tipificado,
y cuando concurra una llamada causa de atipicidad, es decir, los delitos son tipificados
en cada sociedad de manera distinta; mientras en algunos países algún hecho no es
legal, en otros sí, por ejemplo, cierto tipo de tortura, la cual es permitida en países
de Medio Oriente y el norte de África, mientras que para el resto del mundo es ilegal
y políticamente incorrecta, lo cual no significa que sea una práctica desconocida.
Sin embargo, en todas las latitudes la atención a la delincuencia permite al menos
el registro y conteo de víctimas, agresores y cantidad de delitos cometidos, es decir,
la forma de registrar la delincuencia favorece y posibilita los estudios estadísticos.
La dificultad está en su representatividad respecto a los delitos cometidos, pero
no denunciados; en muchos países, la cifra negra, entendida como la ausencia de denuncias
ciudadanas ante la ocurrencia de actos delictivos, es mucho mayor a la cifra blanca,
es decir, las denuncias que el Estado ha recibido.
En segundo lugar, la violencia se refiere al “uso intencional de la fuerza física,
amenazas contra uno mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia
o es muy probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos,
problemas de desarrollo o la muerte.” (OMS 2021), pero a diferencia de la delincuencia, las violencias no siempre se constituyen
a partir de actores específicos ni actos cometidos catalogables, tal es el caso de
las guerras. La violencia tiene la función de favorecer a unos a costa de otros, posibilita
hacerse de recursos por modos coercitivos, como menciona Saborío (2019) citando a
Calderón (2018), en general, lo que percibimos como violencia puede ser considerado el resultado de una construcción
social, donde quien posee más recursos puede “establecer o definir no solo qué es
violento y qué no, pero también bajo qué circunstancias una acción violenta es legítima
o no”. La violencia, aunque puede variar en sus modalidades según factores culturales,
sociales, políticos, económicos y espaciales, en todos los casos es distinguible en
cuanto que, siguiendo a Saborío (2019), resquebraja el sentimiento de seguridad de
las personas.
Podemos decir que el estudio de las violencias parte de la complejidad, al derivarse
de prácticas sociales, o modalidades de las mismas, que están sobre determinadas,
es decir, existen múltiples factores causales que determinan bilateralmente la reproducción
de las violencias. De acuerdo con Moreno (2009), habría que distinguir si los protagonistas de la acción violenta no son personas
identificables, sino grupos, organizaciones, movimientos, instituciones o redes de
individuos para definir un acto violento concreto, y, por otro lado, abordar la descripción
de violencia desde una triple perspectiva: el acto (que incluye la acepción etimológica de exceso de fuerza), los actores (habría violencia cuando un agresor, individual o colectivo, causara un mal a otra
persona o grupo), y, la significación de la acción (violencia cuando el agresor, el agredido o un observador de la acción
dieran al acto agresivo una significación negativa para la víctima, siendo la intención
de dañar el eje articulador de dicha acción).
Hoy en día, la literatura especializada sobre violencia presenta múltiples objetos
de estudios disímiles y múltiples definiciones, por lo que es útil observar en cada
línea de pensamiento el tipo de sufrimiento humano que se está tratando: hambre, enfermedad,
adicción, soledad o depresión, entre otras, que afectan directamente la salud mental
y la dignidad de las personas. Aunado a lo anterior, el sufrimiento humano no es medible,
pues depende del tipo, magnitud de la causa y los recursos de vida de cada individuo,
los estudios de las violencias suelen ser cualitativos. Y, dado que se trata de un
fenómeno sobre estructurado, no es previsible, al contrario, las acciones verticales
o heroicas en miras de, supuestamente, prevenir las violencias, suelen generar dependencia.
Es por ello que las violencias no pueden prevenirse, pero pueden mitigarse al atender
las causas estructurales y al promover la convivencia y el cuidado mutuo (Duering y Cufré 2021).
En tercer lugar, la inseguridad se refiere a la sensación de peligro. El origen latín
de la palabra deviene de in-sec-curus (in - negación, sec - separación, curus - cuidado), lo que tiene muchas lecturas posibles, sin embargo, siguiendo a Denis
Najmanovich (en Duering y Cufré 2021), cuando el cuidado deja de estar bajo nuestra responsabilidad y se delega a otra
instancia o persona protectora estamos frente a una situación de seguridad, es decir,
nos escindimos de nuestro propio cuidado (sec - curus). Inseguridad sería entonces el momento en que pensamos que la instancia responsable
de nuestra seguridad no es capaz de cuidarnos, sea por el aumento de las amenazas
o de nuestra vulnerabilidad. De alguna manera, la sensación de inseguridad es una
prevención, es la sensación de que algo violento nos puede suceder en un futuro próximo.
El estudio de la inseguridad se ubica en el campo de estudio de las percepciones pues,
como hemos mencionado, se trata del temor a ser violentado(a). La manera en que los
sujetos, como entes sociales, percibimos el mundo está condicionada por factores socioculturales,
la historia individual, las condiciones propias físicas y mentales de cada persona,
así como por la coyuntura de lo que llamamos realidad observable y, en este caso,
el hecho violento.
Precisamente, Vargas (1994) enmarca la percepción desde el punto de vista antropológico como biocultural, pues
depende de estímulos físicos y de sensaciones, además de la selección y organización
de estos dos elementos por parte del individuo en función de la supervivencia y de
la convivencia social, a través de la capacidad para la producción del pensamiento
simbólico conformado a partir de estructuras culturales, ideológicas, sociales e históricas,
que orientan la manera en cómo los grupos sociales se apropian del entorno. Adicionalmente,
menciona la generación, desde la psicología, del concepto percepción social, para designar esa percepción donde los factores sociales y culturales influyen y
tienen que ver tanto con el ambiente físico como con el social; indica, a su vez,
que la percepción humana aborda aspectos como las creencias, las actitudes, las opiniones,
los valores o los roles sociales.
Volviendo a la pregunta sobre cuál es la validez y sentido de los estudios predictivos
de la delincuencia, violencias e inseguridad, es necesario destacar que, desde hace
más de un siglo, la comunidad científica ha tratado de prever el comportamiento humano
en vistas de orientar el rumbo del desarrollo y así evitar desastres socionaturales
o económicos. Estos pensamientos han permeado las lógicas de acción de muchos gobiernos
a lo largo de la historia, no solo en miras de alcanzar el bienestar social, sino
de perpetuar poderes de facto. Para ello ha sido necesario diferenciar las fuerzas que mantienen el orden, es decir,
las violencias legales de las que no lo son. Es una ardua labor, pues las víctimas
suelen reprimir recuerdos para hacer más tolerable la vivencia. La violencia se convierte
en lo innombrable, lo impensable, pero, ¿cómo transformar lo que no podemos pensar
y cómo pensar lo que no podemos decir?
Pineda y Herrera (2007) mencionan que en una sociedad dominada por el miedo, pero no solo por el miedo a
los asesinos, sino por el miedo a la exclusión, a formar parte de una minoría que
enfrentaría el escarnio o la descalificación de los grupos hegemónicos de poder y
cuyo discurso es el dominante y, por tanto, sería reproducido en los medios de comunicación
locales, mientras que las otras voces son acalladas, distorsionadas o estigmatizadas,
la gente hace su vida normal, “como si nada pasara”, al fin y al cabo “en Juárez siempre
se vive en el peligro”. La tragedia de los crímenes contra mujeres en Juárez, por
ejemplo, significa el desmoronamiento de una sociedad que ha optado por la inmovilización
y el silencio como una forma de protección ante el riesgo o la negación del hecho
violento.
Podemos decir, entonces, que las violencias cotidianas posibilitan relaciones de poder
fuera de los órdenes estatales oficiales; por caso, la violencia de género propicia
una sociedad patriarcal y viceversa, lo cual permite repensar el malestar social como
la inseguridad, pero también interpretar las lógicas de las prácticas sociales que
pueden indicar rebeldía contra el orden establecido; como menciona Markez (2009), en el amplio marco de “violencia colectiva” pueden incluirse todo tipo de violencias
de motivación política sin necesidad de diferenciar necesariamente el grado de legitimidad
de los actores, recogiendo un conjunto de fenómenos que, sin tener el cariz político
de lucha por el poder de la guerra tradicional, insurreccional o terrorista, tiene
un componente que va más allá de la violencia delincuencial, tal es el caso de los
disturbios sociales, de las peleas callejeras entre bandas juveniles o grupos de diferentes
orígenes étnicos o nacionales, o de fenómenos que están estrechamente relacionados
con las formas de convivencia ciudadana, como lo son la violencia juvenil, las reuniones
de jóvenes en los barrios populares, los suicidios colectivos de adolescentes en Japón,
o los fenómenos violentos protagonizados por motivaciones religiosas.
Siguiendo a Markez (2009), los elementos de información para el registro de la violencia colectiva descansan
en registros de distinta índole: en la cifra oficial de delitos ocurridos, en las
sentencias judiciales, en las denuncias, en los registros policiales, en las encuestas
de población y en los relatos periodísticos, entre otros. Este último aspecto interesa
de manera particular debido a que, de acuerdo con Velásquez (2009), cuando los individuos construyen su modo de representar la realidad social, solo
a través de los medios y en ausencia de otros estándares de control o comparación,
es muy probable que la imagen resultante sea distorsionada y estereotipada, particularmente
cuando la violencia, el delito y la inseguridad ocupan un lugar de gran relevancia
en la agenda de los medios informativos.
D’Adano y García (2007) indican que un criterio en el proceso de selección de los temas transmitidos es la
capacidad de atraer la atención del mayor número de personas, y así instalarlo en
el interés público; al establecer cuáles son los asuntos “más importantes” del entorno
se obtendrán los tópicos “de los que se deberá hablar”. Este accionar de los medios
modifica la aproximación de la gente a la realidad y en consecuencia su percepción
acerca de lo que sucede respecto al tema delictivo.
Las acciones en miras de prevenir la delincuencia van encaminadas a mantener el orden
social y estatal, y no necesariamente a abordar las causas de las violencias. Frases
como; estábamos mejor con Porfirio Díaz1 se han perpetuado, quizá porque reflejan la añoranza de que la “mano dura” contra
el crimen genera más seguridad, aunque no reduzca las violencias o, al contrario,
las incremente. Es necesario revisar la historia de la construcción de los supuestos
enemigos y develar falacias que han pretendido legitimar gobiernos autoritarios, principalmente
en esta época en que diversos gobiernos latinoamericanos han enviado al ejército a
reprimir brutalmente a los manifestantes en contra de injusticias.
Queda claro que es posible prevenir la delincuencia, pero ¿es posible prever un malestar
social como el de la inseguridad? En caso de que la respuesta fuera afirmativa y útil,
¿cómo realizar un estudio de esta índole? Existe una larga trayectoria en la prevención
de la delincuencia, desde la Escuela de Chicago, con autores como William I. Thomas,
Robert E. Park, George H. Mead y Louis Wirth, pasando por estudios que parecen provenir
del cine futurista, como el caso de Inglaterra, donde el Laboratorio de Tecnología
de Ciencia de la Defensa del Reino Unido (DSTL, por sus siglas en inglés) ha desarrollado
herramientas audiovisuales de detección de comportamiento sospechoso, lo que en teoría
puede dar un aviso a la policía antes de que se cometa un crimen, lo cual habíamos
visto en películas como Minority report (2002), cinta estadounidense de ciencia ficción basada en un relato corto de Philip
K. Dick titulado “El informe de la minoría” donde se aborda el tema de la predicción
del crimen que parecía un futuro improbable, por lo menos no en pocos años.
El caso emblemático de un gobierno autoritario que desarrolló teoría y tecnología
para la prevención del delito fue el de Rudolph Giuliani en Nueva York (1994-2001),
quien, de alguna manera, aporta fundamentos a lo que se nombra como el paradigma de
la ciudad segura. Aunque no resulta extraño la búsqueda del control social a partir
de la forma urbana -de hecho, Foucault (2002) lo llamó espacio panóptico-, resulta interesante que la constitución de una nueva
teoría apropiada por urbanistas surgió de la publicación de un artículo en una revista
literaria escrito por un par de abogados; nos referimos a la teoría de las ventanas
rotas de James Q. Wilson y George L. Kelling publicado en 1982 en The Atlantic.
En el estudio realizado por Philip Zimbardo (1969), basado en un experimento social que consistió en abandonar un par de automóviles
sin placas en dos barrios de diferente clase socioeconómica, uno de ellos en los suburbios
de la ciudad, y el otro en un barrio de tipo residencial, se observó que el primer
vehículo vandalizado fue el ubicado en el barrio popular. Después de una semana, el
auto colocado en la zona de alto nivel socioeconómico seguía intacto, pero bastó que
el profesor Zimbardo rompiera una ventana del auto para que se diera un efecto vandálico
similar. Sin duda, el experimento es sorprendente, pero lo es aún más la interpretación
y la manera en que se trasladó al urbanismo.
En nuestras sociedades actuales, de acuerdo con Jacobs y Cherbonneau (2019), al parecer los autos simbolizan libertad, autonomía, individualismo, poder y control,
entre otros; estas características son tentadoras para el delincuente evocando un
espíritu de apatía y conductas desenfrenadas de destrucción sin sentido. Pareciera
que las emociones están desvinculadas de las decisiones racionales, sin embargo, para
los delincuentes callejeros, estas les proveen beneficios que son completamente consistentes
con los códigos urbanos bajo los cuales se rigen, tales como su reputación, grado
de influencia, respeto y el poder que pueden ejercer en su grupo social.
Otra perspectiva de estos estudios, es la interpretación de que la degradación lleva
a más degradación y que, por consiguiente, es necesario detenerla antes de que se
multiplique. Es decir que la existencia de una ventana rota en un auto o un inmueble,
para la población que lo frecuenta, se traducirá en el mensaje de que el descuido
es “permitido” en ese lugar y que, por tanto, se validará e incitará aún más el descuido
y la degradación. El cuestionamiento que surge es respecto a la generalización, es
decir, ¿en todos los casos la degradación lleva a más degradación o existirán casos
donde los vecinos se motiven a ser solidarios y a atender el descuido?, ¿cómo distinguir
las huellas de la degradación social? Pues, algunas ventanas se romperán intencionalmente
y otras por accidentes, en otras palabras, lo que vemos como degradación puede tener
significados distintos. Finalmente, ¿en todos los casos, de haber una ventana rota
(o degradación social), el gobierno debe intervenir como agente reparador? El experimento
puede ser válido pero la teoría no se sostiene por sí sola, sin embargo, devela el
interés por prevenir el crimen. Tal como lo hizo Giuliani en Nueva York bajo el emblema
de ‘Tolerancia Cero’ (Davis 2007).
Resulta curioso que en el artículo mencionado (Kelling y Wilson 1982) se inicia con un experimento menos difundido y que aporta bases para pensar la relación
entre delincuencia, violencia e inseguridad. Los autores relatan cómo en los años
setenta del siglo XX, se promovió un programa de “seguridad y limpieza” en 28 ciudades
de Estados Unidos. El programa consistió principalmente en hacer que los oficiales
de policía bajaran de sus patrullas y tuvieran interacción con los vecinos de a pie.
Siendo muy sintéticos y posiblemente injustos con el texto, podemos decir que el resultado
fue que, en el recuento final del costobeneficio del programa, hubo un notable aumento
de delitos denunciados.
Los autores interpretaron que ello no necesariamente implicó el aumento de las violencias
y las delincuencias, puesto que fue resultado de una mayor confianza de la población
en las autoridades y en brindar alternativas más seguras para que las víctimas pudieran
denunciar sin ser señaladas como soplones al acercarse a una patrulla. Este razonamiento
permite deslindar el vínculo existente en el lenguaje coloquial entre violencias,
inseguridad y delincuencia. El caso mencionado puede demostrar que no es directamente
proporcional el aumento de los delitos denunciados con el incremento de las violencias
o la sensación de inseguridad, y que la relación entre estos tres factores debe analizarse
en cada caso.
Sobre la pregunta respecto a la validez y sentido de los estudios predictivos de la
delincuencia, violencias e inseguridad, nuestro planteamiento lleva a la hipótesis
de que: a) es posible prever la delincuencia; b) no es posible prevenir las violencias,
y, c) existen factores determinantes claros y observables que posibilitan indagar
en lógicas territorializadas de la construcción social de la inseguridad. Pensamos
que factores como la experiencia de vida, la vulnerabilidad de las personas, el rumor,
las medidas de protección visibles en el entorno inmediato y, principalmente, el manejo
de las violencias y delincuencias en medios de comunicación son altamente determinantes
de la sensación de seguridad.
Este último elemento de la hipótesis se aborda en esta investigación haciendo un análisis
de la correlación de datos sobre la percepción de inseguridad, los índices delictivos
y la temática de las noticias sobre la ciudad de Querétaro en el periodo 2015-2020.
Percepción de inseguridad y delito en Querétaro
Querétaro es un estado de la República Mexicana ubicado en el centro del país, y,
debido a múltiples factores, el crecimiento de la población se ha mantenido en ascenso
en los últimos 20 años, de 1 millón 400 mil habitantes en el año 2000, a casi 2 millones
400 mil habitantes de acuerdo con el censo de población INEGI en 2020, y estas cifras
parecen no detenerse, pues de acuerdo con el Consejo Estatal de Población (Coespo),
cada año, en promedio, llegan a vivir a la entidad 18,867 personas, lo equivalente
a 1,572 personas por mes o 52 por día (Crea Soluciones 2021). Además, Querétaro colinda
territorialmente con tres estados que presentan altos índices de inseguridad en México,
al menos en los últimos años: Guanajuato, Estado de México y Michoacán, colocándolo
en una posición altamente vulnerable respecto a la ocurrencia delictiva.
El acelerado crecimiento poblacional en las áreas urbanas, de acuerdo con De la Torre (2016), está vinculado con el incremento de la delincuencia, “habida cuenta de la desorganización
social y la carencia de control institucional”, y, como mencionó Korstanjel (2009)
“la inseguridad moderna es una búsqueda incesante de seguridad en un mundo social
interrelacionado. Esa búsqueda frenética es la que genera el constante sentimiento
de inseguridad”. Esta visión sobre el temor establece la relación indirecta entre
el miedo y el peligro real. Como se observará en la sección de resultados, los hallazgos
derivados de este análisis nos dan la pauta para proponer una correlación de datos
posible para aproximarnos a la construcción social de la inseguridad.
La percepción de inseguridad se usa como medida de las principales preocupaciones
de los ciudadanos respecto a lo que sucede en su hábitat. De acuerdo con De la Torre (2016), “el estado de inseguridad tiene consecuencias inmediatas en los hábitos de conducta,
así como en la implementación de acciones para promover un entorno inmediato seguro”.
Las nuevas dinámicas de la inseguridad redefinen constantemente el espacio público
tradicional y su relación con el espacio privado. Así, las personas toman decisiones
que impactan en las transformaciones sociales y espaciales bajo esta necesidad de
sentirse seguras.
En México, la ENVIPE es el principal instrumento utilizado como referencia para medir
la percepción de inseguridad ciudadana, que se define como el porcentaje de la población
que considera que vivir en su colonia, localidad, municipio o demarcación territorial
y entidad federativa es inseguro a consecuencia de la delincuencia. En su edición
2020, indica que el robo o asalto en calle o transporte público, la extorsión y el
fraude son los delitos de mayor incidencia en el país, la Gráfica 1 muestra la distribución.
A nivel nacional, el 69.2% de la población de 18 años y más considera la inseguridad
como el problema más importante que aqueja hoy en día al país, en segundo lugar, el
desempleo y en tercero la salud. La Gráfica 2 muestra estas preocupaciones.
Asimismo, los lugares donde las personas se sienten más inseguras, de acuerdo con
los informes del ENVIPE 2015 a 2020, son los cajeros automáticos ubicados en la vía pública, el transporte público, la
calle y el banco (Gráfica 3). Además, la población identifica el consumo de alcohol en la calle, los robos o
asaltos frecuentes, el consumo y la venta de droga como las principales conductas
delictivas o antisociales alrededor de sus viviendas; en la edición 2020 se posicionan
también los disparos frecuentes.
Gráfica 3
Percepción sobre la seguridad pública en lugares específicos.
Fuente: ENVIPE 2015-2020, en INEGI.
Aproximándonos a la incidencia delictiva en el estado de Querétaro, acorde con la
Figura 1, podemos observar una tasa de delitos por cada cien mil habitantes de 36% ubicada
sobre la media nacional de 33.7%.
Al realizar un contraste de cifras sobre incidencia delictiva y percepción de inseguridad
en Querétaro, observamos, en la Gráfica 4, que los porcentajes de percepción de la población durante el periodo comprendido
entre 2015 y 2019 oscilan entre el 50% y 62%; cabe destacar la notoria caída de la
cifra sobre percepción de la población de 18 años y más con respecto a la situación
actual de inseguridad pública, del 62% en 2019 a 48.9% en 2020, es decir, disminuyó
un 13.1%, ubicando a la entidad en los rangos más bajos respecto a la media nacional
de 78.9% en 2019 y 78.6% en 2020.
Gráfica 4
Evolución de la incidencia delictiva y la percepción de inseguridad pública. Estado
de Querétaro 2015-2020.
Fuente: Elaboración propia basada en datos de la ENVIPE 2015-2020, en INEGI.
De acuerdo con Arango (2003), el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indica que la cifra oficial
de delitos se compone de cifra aparente, esto es, delitos denunciados, y de cifra
legal, averiguación previa (AP) consignada. En la esfera de la cifra legal intervienen
dos poderes distintos: el Poder Ejecutivo, a través de la Procuraduría General de
Justicia (PGJ) y el Poder Judicial (TSJ), a través de jueces y juzgados. Al pasar
a la instancia del Poder Judicial, es porque los agentes del Ministerio Público al
integrar las averiguaciones previas, encontraron los elementos necesarios para consignarla
(es decir, hubo un delito que perseguir), y se envía a la atención de un juzgado.
Respecto a la tasa de incidencia delictiva por cada cien mil habitantes (2018) que
reporta el INEGI para el estado de Querétaro, se observa un incremento de 67% del
año 2018 respecto al año 2010, y un acercamiento cada vez mayor a la media nacional
teniendo una brecha del 15.4% en el 2018. En cuanto a la cifra aparente (número de
delitos denunciados), la Tabla 1 muestra un incremento del 25.28% en el año 2017 respecto al 2011.
Tabla 1
Delitos denunciados, periodo 2010-2017.
Periodo
|
Valor
|
2017
|
66,416
|
2016
|
47,193
|
2015
|
58,386
|
2014
|
65,015
|
2013
|
52,300
|
2012
|
50,906
|
2011
|
42,499
|
2010
|
53,014
|
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública del Gobierno de México
(2021) es una instancia que da a conocer los índices delictivos oficiales por estado y por
municipio, y define que “la incidencia delictiva se refiere a la presunta ocurrencia
de delitos registrados en averiguaciones previas iniciadas o carpetas de investigación,
reportadas por las procuradurías de justicia y fiscalías generales de las entidades
federativas en el caso del fuero común y por la Fiscalía General de la República en
el fuero federal”.
Se toma como referencia esta institución, a efecto de revisar las cifras sobre incidencia
delictiva de la Zona Metropolitana de Querétaro, la cual es una región comprendida
por los municipios de Corregidora, El Marqués, Huimilpan y Querétaro, concentrando
casi el 60% de la población del estado (IMPLAN 2010), siendo el municipio de Querétaro el que presenta la mayor incidencia delictiva
en cuanto a cifra legal durante el periodo 2015 a 2020. Los delitos considerados en
esta revisión corresponden con los de mayor incidencia reportados por el INEGI presentados
en la Gráfica 1.
El delito por robo a transeúnte en vía pública es uno de los que presenta mayor incidencia en el municipio de Querétaro, (véase
la Gráfica A1 del Apéndice para observar las cifras exactas) con un total de 7,571 casos de los 8,472 totales
ocurridos en la Zona Metropolitana, es decir, el 89% de los asaltos, siendo 2018,
el año con mayor incidencia en este delito.
Otro ilícito con un comportamiento similar es el robo a casa habitación (Gráfica A2), ocurriendo un total de 14,577 casos totales en la Zona Metropolitana y 10,745 en
el municipio de Querétaro (73% de los casos), siendo los años con más incidencia 2017
y 2018 con 2,168 y 2,144 casos, respectivamente.
El delito de fraude ha tenido un comportamiento ascendente en los cuatro municipios
observados durante el periodo analizado, llegando a los 7,761 casos en el municipio
de Querétaro, de un total de 9,735, lo cual representa el 79%. En cuanto al delito
de amenazas, se observa un incremento constante, excepto en el año 2020 (año del Covid-19),
con un total de 11,996 casos, con 9,017 en Querétaro, 211 en Huimilpan, 1,333 en El
Marqués, y 1,445 en el municipio de Corregidora.
Las cifras referentes a robo de vehículo automotor, de acuerdo con la Gráfica A3, reportan un total de 22,016 casos en el periodo de estudio 2015-2020, ocurriendo
en el municipio de Querétaro el 85% de los incidentes. Asimismo, en cuanto al delito
de robo de autopartes se presenta en el mismo municipio el 83% de este ilícito.
El delito de extorsión se incrementó notoriamente de 55 casos en 2017 a 176 en 2018
siendo el municipio de Querétaro el que mayor cantidad de ocurrencias presenta con
387 carpetas de investigación, es decir, el 80% de los casos.
Dentro de la categoría de robo en forma distinta a los anteriores, tenemos las cifras
de robo a negocio, mostradas en la Gráfica A4, con un total de 15,273 casos en el periodo observado, siendo el municipio de Querétaro,
nuevamente, el que tiene el porcentaje más alto de incidencia con 13,103 casos, es
decir, el 86%.
El delito del fuero común denominado lesiones, se comprende según el artículo 288 del Código Penal Federal (2021) como “toda alteración en la salud y cualquier otro daño que deje huella material
en el cuerpo humano, si esos efectos son producidos por causa externa”. En las Gráficas A5 y A6 se muestran las cifras que indican 22,355 carpetas de investigación en lesiones dolosas
y lesiones culposas en la Zona Metropolitana de Querétaro, siendo el municipio con
el mismo nombre el de mayor incidencia con 16,650 casos lo cual representa el 74%,
sin restar importancia al porcentaje del municipio de El Marqués con un 13%, Corregidora
con 10.2%, y, Huimilpan con 1.7%.
Las cifras mostradas en la Gráfica A7 acerca de los homicidios dolosos reportan un total en zona metropolitana de 626 casos,
distribuidos en Querétaro con 451 casos, El Marqués con 108 casos, Corregidora con
48 casos, y, Huimilpan con 19 casos. En cuanto a los homicidios culposos (Gráfica A8), toda la zona presenta 1,025 casos, 647 de ellos se presentaron en el municipio
de Querétaro, seguidos por El Marqués con 237, Corregidora con 98, y, Huimilpan con
43 casos.
En cuanto al delito de feminicidio, los datos indican 24 casos ocurridos en Querétaro
en el periodo de 2015 a 2020: 15 en Querétaro, 4 en El Marqués, y, 5 en Corregidora.
Finalmente, el delito de narcomenudeo reporta un total de 4,348 casos en toda la Zona
Metropolitana, distribuidos en el municipio de Querétaro con 3,233 casos, El Marqués
con 702 casos, Corregidora con 353 casos, y, Huimilpan con 60 casos.
Los datos anteriores reflejan la presencia de altos índices de criminalidad en la
Zona Metropolitana de Querétaro y su continuo ascenso a través de una observación
simple de las cifras que generaron carpetas de investigación y donde intervino la
autoridad correspondiente, pero podemos suponer que estas cifras se incrementarían
mucho más si se tomara en cuenta la cifra negra, es decir, los delitos que ocurren
y no se denuncian.
Un hallazgo durante la recopilación de datos se observa en la Figura 2, en donde se publica el índice de 48.9% en el estado de Querétaro. De dicha cifra
surge la pregunta, ¿por qué en el año 2020 existe una aparente preocupación menor
sobre la inseguridad pública en el estado de Querétaro por parte de la población,
si la tasa de incidencia delictiva se ha mantenido en un rango del 30% al 39% durante
el periodo analizado (2015-2020)? Uno de los factores que podríamos su poner para
contestar esta pregunta, es la amplia cobertura que ha tenido la pandemia de Covid-19
por parte de la prensa escrita, noticieros y redes sociales, misma que acaparó los
titulares durante el año 2020, lo cual hace suponer que la atención de la población
también estuvo enfocada en ese tema.
Figura 2
Percepción sobre la inseguridad pública por entidad federativa. Marzo 2020.
Fuente: ENVIPE, en INEGI (2020).
Para verificar lo anterior, se realizó un ejercicio muy sencillo de comparación de
términos de búsqueda en la herramienta Google Trends: violencia, Covid-19, feminicidio, narcotráfico y homicidio en el estado de Querétaro.
Los resultados, mostrados en la Figura A1, indican que el tema más consultado durante el año 2020 fue precisamente Covid-19,
mientras que en los periodos anteriores de 2015 a 2019, el porcentaje de búsquedas
sobre el tema de la violencia, homicidio, feminicidio y narcotráfico era mucho mayor,
particularmente en el 2019.
La cobertura de la pandemia por Covid-19 que tuvo la prensa, de acuerdo con Roselli
(2021), fue algo sin precedentes, pues su expansión por el mundo se fue siguiendo
en tiempo real. Todos los medios de comunicación, desde los más convencionales, como
la prensa escrita, radio y televisión, hasta los denominados “medios alternativos”
iban jugando un papel en la divulgación de información. Alrededor del mundo, se iniciaron
una alta demanda de información y un inusitado incremento en el consumo de noticias
de medios informativos y se generó una enorme avalancha de información o infodemia. Un aspecto interesante es que, entre los mexicanos, tanto el consumo de información
dudosa que circula en redes sociales como la provista en los medios tradicionales
fueron predictores de una mayor creencia en noticias falsas por parte del público.
Los temas que conformaron la agenda de la prensa en México durante ese periodo estuvieron
centrados en orientar a la ciudadanía sobre cuidado, prevención e higiene ante la
pandemia, además, Márquez et al. (2021) mencionan que nueve de cada diez periodistas consideraron importante informar del
riesgo responsablemente y sin generar alarma (92.6%), dar voz a los ciudadanos y sectores
afectados por la pandemia (91.3%) y corroborar y verificar las estadísticas de Covid-19
que proporcionaron las autoridades sanitarias (90.5%). Poco más abajo en importancia
percibida por parte de los periodistas está otra función ligada al rol vigilante o
watchdog, que es la de denunciar los comportamientos ilegales o irregulares del poder político
o económico (87.7%), mientras que dar seguimiento a la pandemia tal cual lo informan
las autoridades (88.1%) y ofrecer información sobre tendencias, avances y nuevos productos
o servicios sanitarios (84.4%) siguieron en importancia.
El propio progreso de la pandemia, comprensiblemente, ha mantenido el interés periodístico
constante: ocho de cada diez periodistas (79.6%) cubrieron con frecuencia tanto el
avance de la pandemia como las medidas de contención en su ciudad o localidad. Pero,
al mismo tiempo, el segundo mayor aspecto de interés es el impacto económico (75.4%
lo cubren con frecuencia). El estado de la infraes tructura hospitalaria para seguir
atendiendo a los pacientes fue cubierto frecuentemente por poco menos de dos terceras
partes de los periodistas (63.3%), seguido por las afectaciones psicosociales de la
misma (58.9%) y el impacto de la pandemia en el empleo y en la educación (61.5% y
59.7%), respectivamente (Márquez et al. 2021). De lo anterior, resulta evidente que los medios masivos de información colocaron
en el centro de atención temas relativos al efecto y abordaje de la actual pandemia
y disminuyeron la narración de actos delictivos.
Delito en la prensa escrita de Querétaro
Los datos anteriores insinúan que la cobertura de los medios de comunicación respecto
a los temas de interés general tiene una clara incidencia en la conformación de la
opinión pública y en la preocupación ciudadana. De acuerdo con Vállez y Pérez-Montoro (2020), los medios de comunicación son la forma que tienen a su disposición los ciudadanos
para informarse de lo que sucede, pero también son el canal principal que tienen las
autoridades para comunicar información trascendental.
El tratamiento de la prensa sobre los sucesos en el mundo es decisivo para generar
impacto social, de acuerdo con la teoría del encuadre (framing) mencionada en Sádaba (2001), se sugiere que los medios informativos transforman las dimensiones de los acontecimientos
en productos informativos que pasan por varios filtros hasta llegar a la audiencia,
y que son quienes crean el significado de lo que ocurre en la sociedad. El tiempo
y el espacio son dimensiones que rodean y ordenan la realidad. Asimismo, referido
en el mismo estudio de Sádaba (2001), Tuchman define que “la noticia es una ventana al mundo (...). Pero la vista desde
una ventana depende de si esta es grande o pequeña, de si su cristal es claro u opaco,
de si da a la calle o a un patio…”.
Desde esta perspectiva, y con el objetivo de identificar qué se informa y cuánto se
informa a la audiencia sobre la realidad de violencia, crimen y delito en la prensa
en el estado de Querétaro, se realizó la exploración empírica de cuatro diarios estatales
durante el periodo de los años 2015 a 2020. El primer paso fue seleccionar los diarios
de acuerdo con el grado de circulación, tiraje promedio y periodicidad, antigüedad
y alcance geográfico en los municipios del estado de Querétaro de acuerdo con el Padrón
Nacional de Medios Impresos (PNMI) de la Secretaría de Gobernación del Gobierno de
México (2021): AM de Querétaro, Noticias, Plaza de Armas y Diario de Querétaro. En la Tabla 2 se muestra un resumen con dichos criterios.
Tabla 2
Circulación y alcance geográfico de los diarios en Querétaro
Diario
|
Fundación
|
Circulación
|
Distribución geográfica
|
|
Tiraje promedio
|
Periodicidad
|
|
AM de Querétaro |
20 nov. 2002
|
30,000
|
diario
|
18 municipios
|
Diario de Querétaro |
18 mar. 1963
|
33,033
|
diario
|
10 municipios
|
Noticias
La verdad cada mañana |
27 oct. 1971
|
37,000
|
diario
|
14 municipios
|
Plaza de armas |
16 jul. 2010
|
32,592
|
diario
|
17 municipios
|
Posteriormente, se determinó el tamaño de la muestra representativa mediante la siguiente
ecuación, conociendo el tamaño de la población:
en donde p = 50% (0.5) ya que no se ha realizado un estudio similar, el intervalo
de confianza z = 1.96 que corresponde con el 95% del nivel de confianza deseado, el
margen de error e = 5% (0.05) que corresponde a la inversa del nivel de confianza
y el tamaño de la población N = 8,760 (4 diarios x 365 días del año x 6 años), obteniendo
un tamaño de muestra representativa de 367 noticias, sin embargo, se recopilaron un
total de 697 piezas noticiosas.
La recopilación de las noticias se inició mediante búsqueda simple en Google News utilizando palabras como “delito”, “robo” y “violencia”, entre otras; cabe mencionar
que a partir del año 2017 la disponibilidad de las noticias en medios digitales fue
cada vez menor, por lo cual se realizó una consulta hemerográfica en el acervo de
la Biblioteca de la Universidad Autónoma de Querétaro y en el Archivo Histórico del
Estado de Querétaro.
Se buscó la sección de crimen en cada diario durante el periodo 2015-2017, años con
menor accesibilidad en formato digital y se tomó una fotografía de las portadas de
dicha sección para, más adelante, efectuar una clasificación de las piezas periodísticas
bajo los siguientes criterios: diario, año, delito y municipio donde ocurrió el delito
de cada noticia para identificarlos de acuerdo con los cuatro municipios de la Zona
Metropolitana de Querétaro que ya hemos mencionado: Querétaro, Corregidora, El Marqués
y Huimilpan, construyendo así una base de datos de noticias sobre crímenes publicados
en estos medios impresos.
El análisis se centró en la captación de los titulares de las secciones que exhiben
crímenes, delitos y violencia, espacio estratégico donde se colocan los elementos
de la noticia como tipografía en color rojo, encabezados con letras en mayúsculas,
y fotografías del hecho en el lugar y momento donde esto ocurrió. Lo anterior facilitó
las tareas de clasificación y cuantificación de las noticias, y benefició el análisis
en términos de tiempo y cobertura espacial por tipo de delito. De un total de 697
piezas noticiosas, 569 corresponden a noticias de la Zona Metropolitana de Querétaro
y 128 a otros municipios del estado.
Entre otros hallazgos, se observó que los diarios tienen enfoques diferentes respecto
a la cobertura de los sucesos que publican, es decir, de su Agenda Setting. Aruguete (2009) referencia este concepto de Luhmann: “la opinión pública reconoce una serie de asuntos
que los medios de comunicación seleccionan y proponen como universales, necesarios
y actuales. En otras palabras, los mass media simplifican la complejidad del mundo mediante noticias con las que establecen los
temas importantes sobre los que la gente piensa y se forma una opinión”.
Noelle-Neumann (1995), citando también a Luhmann, afirma que la agenda se refiere a: “la selección de lo
que debe ser atendido por el público, de lo que debe considerarse urgente, de los
asuntos que deben importar a todos. Todo esto lo deciden los medios”. Y, aunado a
la definición de los temas, hay que considerar que cada medio informativo los presenta
desde diferentes ángulos, como dice Lippmann (1922): “los medios son conectores entre los eventos del mundo y las imágenes de dichos
eventos en la mente de la gente”.
Por ejemplo, el diario AM de Querétaro no cuenta con una sección dedicada a los hechos delictivos o crimen, sino que se
encontraron en las principales secciones del periódico noticias sobre los sucesos
políticos, logros, declaraciones y comunicados del gobierno sobre seguridad pública,
ya sea estatal o municipal, exhibiendo fotografías de los funcionarios y políticos
destacados, en la Gráfica 5 se muestra que, de 172 piezas noticiosas recopiladas entre los años 2015 y 2020,
101 corresponden con este tipo de pronunciamientos y 71 se distribuyen entre los distintos
tipos de delito.
Gráfica 5
Periódico AM de Querétaro. Noticias publicadas sobre delito 2015- 2020.
Fuente: Elaboración propia. Consulta hemerográfica 2015-2020.
Los periódicos Noticias, Diario de Querétaro y Plaza de Armas sí cuentan con una sección específica dedicada a los hechos delictivos y crímenes.
Estos diarios también cubren ampliamente los sucesos políticos, pero en menor proporción
como se observa en la Gráfica 6. El segundo lugar lo ocupa el Diario de Querétaro, el tercer puesto el periódico Noticias y, finalmente, el Plaza de Armas, donde casi el 100% de las piezas noticiosas recuperadas sí están relacionadas con
hechos delictivos. El delito con más presencia en los titulares es el homicidio con
160 piezas noticiosas, seguido del robo a negocio con 99 casos, y, en tercer lugar
se encuentran los sucesos de tipo político con 62.
Gráfica 6
Diarios de Querétaro. Cobertura de sucesos políticos de 2015-2020.
Fuente: Elaboración propia. Consulta hemerográfica 2015-2020.
En menor proporción, se encontró también un importante nivel de cobertura para los
delitos de robo o asalto en la calle o en el transporte público, robo total de vehículo,
robo a casa habitación, lesiones, feminicidio, narcomenudeo y algunos casos de fraude.
La Gráfica 7 muestra los porcentajes correspondientes por delito.
Gráfica 7
Diarios locales. Cobertura del delito 2015-2020.
Fuente: Elaboración propia. Consulta hemerográfica 2015-2020.
Entre las limitaciones metodológicas respecto a las noticias sobre crimen en los diarios,
podemos mencionar que es muy amplio el espacio de tiempo requerido para la recopilación
de datos, especialmente los más antiguos, pues no siempre están disponibles todos
los diarios en formatos digitales y la consulta física en la hemeroteca se complica
porque en ocasiones no se tiene en existencia algún diario, por lo que es necesario
acudir a varias hemerotecas, o los empastados de cada volumen están muy apretados
lo cual dificulta la toma de fotografías para la identificación de los delitos publicados,
la fecha, el tipo de delito y el lugar donde ocurrió. Por otra parte, hay algunos
diarios que no siempre incluyen noticias sobre crimen o manejan descripciones muy
cortas del hecho que apenas arrojan información.